domingo, 2 de octubre de 2011

Perdona si te llamo amor

- Te he mostrado amor, me la he jugado, por todo y contra todos.
No te estás comportando bien. Las cosas se acaban cuando hay una razón para que se acaben, un motivo válido. ¿Tú tienes un motivo válido?
+ No, no tengo un motivo válido. Pero tampoco tengo ninguno para seguir contigo.
-¿En serio? ¿En serio no tienes ninguno?
Entonces ése es el motivo más valido de todos.
Niki sigue caminando. Pero se siente morir. No logra frenar las lágrimas que empiezan a escapársele veloces. Le gustaría sollozar, pero no puede evitarlo. No lo consigue. Todo parece silencioso. Demasiado silencioso. Una parte de su corazón se ha apagado. Un vacío enorme se abre de repente en su interior. Y ecos lejanos de su voz, sus carcajadas, sus palabras alegres y momentos y pasiones y deseo y sueño. Plaf. Todo se ha desvanecido en un instante. Nada más. Sólo una frase: “No tengo un motivo válido para seguir contigo”. Pumba. Un pato al amanecer y un disparo de fusil. Un cristal esmerilado y una piedra repentina. Un niño en bicicleta que cae con las manos por delante y se las lastima. Dolor. Eso es. Por su culpa. Por querer estar al lado del contable de sentimientos, el contable de amor, el hábil comerciante que logra hacerte ahorrar una sonrisa. Qué tristeza. ¿Era así el hombre al que yo amaba? Niki llega a su portal. Lo abre y entra. Camina por el pasillo como una zombi joven sin vida.
Y se mete en su habitación, cierra la puerta y se echa en la cama. Se abraza a la almohada. Llora. Mal de amores. Y no se cura fácilmente. No existen medicinas. Ni remedios. No se sabe cuándo pasará. Ni siquiera se sabe cuánto duele. Sólo el tiempo lo cura. Mucho tiempo. Porque cuanto mayor ha sido la grandeza del amor, tanto más largo resulta el sufrimiento cuando éste se acaba. Es como en las matemáticas: se trata de magnitudes directamente proporcionales. Matemática sentimental. Y, por desgracia, en esa materia, Niki podría sacar ahora un diez.

Imposible, improbable.

"La real academia define la palabra imposible como algo que no tiene ni facultad ni medios para llegar a ser o suceder, y define improbable como algo inverosímil que no se funda en una razón prudente. Puesto a escoger, a mí me gusta más la improbabilidad que la imposibilidad, como a todo el mundo supongo. La improbabilidad duele menos y deja un resquicio a la esperanza, a la ética. Que David ganara a Goliat era improbable pero sucedió, un afroamericano habitando la casa blanca era improbable, pero sucedió, que los baron rojo volvieran a tocar juntos era improbable, pero también sucedió, Nadal desbancando del número uno a Federer, una periodista convertida en princesa, el doce uno contra Malta. El amor, las relaciones, los sentimientos, no se fundan en una razón prudente, por eso no me gusta hablar de amores imposibles, sino de amores improbables... "

Donde no duelan, donde nadie pueda verlos.

Basta. Estoy fuera. De los recuerdos. Del pasado. Pero tambien estoy perdida. Antes o después las cosas que has dejado atrás te alcanzan. Y las cosas más estúpidas, cuando estás enamorado, las recuerdas como las más bonitas. Porque su simplicidad no tiene comparación. Y te dan ganas de gritar. En este silencio que hace daño. Basta. Déjame. Ponlo todo en su sitio. Así. Cierra. Doble vuelta de llave. En el fondo del corazón, allí en aquella esquina. En aquel jardín. Algunas flores, un poco de sombra y después dolor. Ponlos allí, bien escondidos, te lo ruego, donde no duelan, donde nadie pueda verlos. Donde tú no los puedas ver. Eso. Otra vez enterrados. Ahora está mejor. Mucho mejor.