A
veces hay que ir hasta abajo del todo para impulsarse hacia arriba. Entonces
aprietas los dientes, flexionas las rodillas y saltas con fuerza para salir del
pozo. Esa es la vida. Una constante entrada y salida en pozos imaginarios, más
o menos profundos, en los que caes y de los que tienes que tratar de fugarte
con el menos número de rasguños posibles.